13 jul 2006

12.- Se me rebeló la Paca

"Te has pasado conmigo, Jiménez" me dijo ayer Paca, a tenor mi conciencia (para los que se incorporen a este blog, que diré que desde luego no son muchos. Allá ellos). "¡Cómo puedes pensar que te cambiaría por un plátano!"
"Insinuar que si fuera con una banana sería boyera, pero siempre con respeto, e incluso declarar públicamente que soy una especie de Mantis religiosa cerebral. O conciencial, que es casi peor porque no existe como palabra" continuó realmente enfadada.

Yo nunca pensé que las Pacas se pudieran enfadar. Al estar tan dentro de tí, es como que no piensas que tienen su corazoncito, su sentido del humor tan particular como el de cualquiera, y , no sé, su pelo rubio o algo así. Tirabuzones, tal vez. (Tiene huevos, no me digais que exagero, lo que es el vocabulario: tirabuzones. Tira buzones. ¿ Y qué los recogan los carteros?)

- Paca, tienes que entenderlo. Hablaba un poco en el sentido figurado.
- Siempre andas excusándote en eso. Que si dices eso, o lo otro, o incluso lo de más allá. Pero eso sí, en sentido figurado siempre. Y eso termina jodiendo un poco.
- Pero ya me conoces. sabes...
- Lo único que sé es que creo que Millás y Gonzalo Suarez han hecho en tí demasiada mella. Intentas emularles y no tienes su categoría. Por eso nací yo. Y tambien el mono. Pero de tí, mi querido Jiménez, de tí, no puedes escapar. Ni conmigo, ni sin mí.
- ves como a veces me das miedo, Paca. Por lo que dices y por lo que eres.
- Tus personajes son tú mismo. Mejor, tus personajes son esa parte de tí que tú no quieres ver...
- Para, Paca, de verdad que me estas dando un poco de miedo. ¿ me ves como un mono?¿Cree que necesito poner en tu boca cosas que no me atrevo a decir?
- No. En el fondo somos el mono y yo un juguete retórico. Figurado. Y eso si que da miedo. Pensar que tu conciencia sea figurada o retórica.
- Pero...
- Pero no hay peros, Jiménez. Voveré cuando realmente me necesites.

Y se calló. Es cierto. La conciencia se me calló. De hecho, al principio pensé que estaba exagerando y con las noticias del telediario volvería a mí indignada. Pero cuando hablaron de Israel, del Líbano, de los soldados secuestrados y el bombardeo al aeropuerto de Beirut, sentí una gran inquietud, porque no sentí nada de nada. Ni rabia, ni pena, ni indignación, ni aburrimiento. Entonces me di cuenta de que mi conciencia había desaparecido. Y sentí pánico.

Rápidamente para apaciguar ese miedo, me puse a buscar al mono. Mono, monito, donde estás. Y no lo encontré. Rebusqué y rebusqué. Puse la casa y el cocche patas arriba. Incluso el trastero al que no bajaba desde hacía meses, revolví poniédolo patas arriba tambien con el ánimo oculto de si no encontraba a alguno de ellos, encontrar al menos algo que me recompusiera un poco el ánimo. Pero no. Solo encontré un fotocromo firmado por Raúl que perdí hace tiempo, tanto como el que le perdí a él. Y las llaves de casa. Y me volví a acojonar. Encontrar las llaves de casa me dió de frente con la realidad de mi mismo. Con su ausencia. Sentí, incluso, miedo de mí mismo. Como el niño que se cubre con las sábanas para paliar el miedo de una noche de tormenta y de fantasmas. Con esas sábanas blancas que tanto le gustaban a mí mono.

Estuve toda la tarde tiritando. Tiritando y poniendome docenas de tititas en todo mi cuerpo. Tiritas para curar las heridas que me había hecho a mí, a mi conciencia, y supongo que tambien a mi mono, aunque con el pelo se le verán menos, pero seguro que las tiene. Por eso, frente al espejo, cubrí mi cuerpo de trocitos de plástico pegadizo rectangular, intentando adivinar donde viven las conciencias, donde viven las Pacas de cada uno y así aliviralas algo.

Me puse un par de docenas en la cabeza y en la cara, que creo que es donde hay mas posibilidades de que viva. la de la boca me la tuve que quitar despues de varios segundos. Para no axfisiarme. También me puse tiritas en los brazos, aunque sin muchas esperanza. Ocho o diez. Pero no creo que la conciencia viva el un brazo y estar pendiente de cortarse las uñas cada semana. Me puse otras cinco o seis en cada pierna. Dos en un pié, el izquierdo, y tres un el dedo meñique del pié derecho, que es el que más duele. Las piernas si me daban más esperanzas por aquello de que una conciencia debe de paterate un poco el hemisferio izquierdo de tu cerebro. Una buena patada de tu conciencia, de tu Paca particular, y a sentir.

Tambien me puse una en el testículo izquierdo, pero tampoco creo que vivan ahí. Sería demasiado machista. Asi que me la quité enseguida arrancandome dolorosamente varios pelillos. Dios, que dolor.

Pero tampoco funcionó. Lo que sí funcionó fué la cara de estupor primero y sano descojono después de mis dos hijas. Tras asombrarse, tampoco mucho pues ya me conocen, se comenzaron a partir de risa como sola ellas saben reirse. Con su risa tan particular y durante varios minutos y lágrimas, dijeron: "papá, estas atontao. ¿Tú te has visto que pinta llevas?" "Loquito está mi padre" dijo la pequeña Paula, o sea, Paulita. Y se dieron la vuelta riéndo. aunque todo esto me lo imaginé, como sus caras, porque no pude verlo. Las tiritas que tapaban cada uno de mis ojos me impedían ver todo y nada. Y al no ver nada, me pegué un cocotazo contra la esquina de la pared de mi cuarto de baño. O eso creía yo, porque realmente estaba en la cocina y me golpeé con el frigorífico.

Y digo que funcionó porque al menos el sentido del rídiculo se dirigió a mí : "Pero ¿has visto que pinta de gilipollas tienes con todas esas tiritas?. Piltrafilla"

Piltrafilla. Así es como me sentía. Sin conciéncia, sin mono, sin pelos en un testículo y sin amor propio. Y con un ojo morado, tapado por la tirita, pero morado. Y tiritas por todos los lados. Gilipollas y piltrafilla.

En eso, me llamó mi amiga Elisa de Filmax. De Filmax no es un apellido. es un lugar de trabajo. Me dijo que estaba embarazada, de dos meses, que estaba emocionada, igual que Alberto, su marido, que él no estaba embarazado sino emocionado. Y me emocionó a mí tambien. Mucho, pues les quiero mucho a ambos. Bueno, confesaré que a Elisa un poco más (os deseo lo mejor para los tres). Así, todos emocionados, se me cayeron todas las tiritas. Parecía un árbol tiritero en otoño, con todas las tiritas caidas, en el suelo.

Y supe que habias sido tú, Paca. Con el ojo bueno miré hacia el mueble de la entrada y ví que las llaves de casa no estaban. Y sonreí. Bueno, primero sonreí y luego respire aliviado. Sabía que estaban allí. Por ahí. Paca y mi mono.

Jimmy

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